sábado, 12 de octubre de 2002

Recorre PORTUGAL

Portugal, nuestro país vecino, tan cerca pero a la vez tan lejos por ser ese gran desconocido.

 


 
Este viaje en coche, cuyo recorrido de norte a sur del país, fue preparado y realizado en pareja en el año 2002, convina a la perfección momentos de gran romanticismo, diversión y sobre todo cultura. 
 
Para ello os facilito la guía con la información recopilada, tanto de hoteles como lugares de interés, y he querido dejarla tal cual la hice, por lo que de antemano os pido disculpas si la encontráis algo insuficiente pero fue una de las primeras guías que preparé y debido a los gratos recuerdos que tengo de ella, he querido mantenerla como la usé en su momento.









 El viaje se desarrolla durante 17 días, en los cuales, se entra al país vecino por Tui, para hacer una primera parada en Viana do Castelo donde pasaremos 3 noches, en Bussaco otras. 3 noches, en Lisboa 4 noches, en Alcacer do Sal 2 noches, en Alvito otras 2 noches y en Mérida otras 2 noches.

Echareis de menos la zona del Algarve, y es cierto pero la verdad, siendo una zona más turística y playera, lo tuvimos que sacrificar por falta de tiempo.

 

Es justo decir que una vez programado el viaje y los lugares que queríamos visitar, mi hermana nos seleccionó el alojamiento. Un tour por las mejores Pousadas del país  (son alojamientos similares a los Paradores de España) y hoteles con encanto.
 
 
 
 

El viaje da comienzo en Madrid y el primer destino será como parada técnica, Verín, donde hacemos noche en el Parador Nacional de la Ciudad, disfrutando de una espléndida velada en su restaurante.

A la mañana siguiente, visita al Castillo, a pocos metros del parador, y emprendemos la marcha hacia tierras portuguesas.
 
 
 
 

Ya nos habían dicho que los portugueses conducen algo alocados, sobre todo en los adelantamientos. Y efectivamente,  fue entrar en territorio portugues, y empezamos a ver verdaderas barbaridades al volante, lo que nos provocó inicialmente unas risas, que poco a poco se fueron convirtiendo en caras de preocupación, cuando veíamos que los coches adelantaban aunque estuvieses tú. No tardamos en entender que hay que echarse a la derecha para dejarles adelantar.

Adaptados a los hábitos portugueses, llegamos, después de unas tres horitas, a Viana do Castelo, localidad costera a pocos kilómetros de la frontera con España. Nos íbamos a alojar en la primera Pousada del viaje, la que nos iba a marcar para los próximos días, ya que su entorno, ubicación y sobre todo sus vistas resultaron ser de lo  más bello.


Pousada de Viana do Castelo
Pero lo mejor estaba aun por llegar en la Pousada a la mañana siguiente, cuando al despertar desde la cuarta planta, en lo alto del Monte, nos encontramos unas vistas con la la Basílica de Santa Lucía debajo, una densa capa de nubes, y justo debajo de todo ello, Viana do Castelo, con su Castillo y el puerto. Recuerdo quedarnos sin palabras, mirando las vistas durante 5 o 10 minutos, en silencio, rozando ligeramente nuestros dedos  de las manos lo suficiente para sentir que ambos estábamos viendo lo mismo, y era francamente hermoso.

Basílica de Santa Lucia

Desde aquí, hicimos distintas excursiones a los alrededores. La primera de todas fue a Braga donde prácticamente pasamos el día paseando por la ciudad, visitando todas las iglesias que pudimos, su catedral del siglo XII,  y subiendo al Santuario del Bom Jesus, al que os recomiendo subir en el tranvía y luego bajar andando por el camino penintencial. Entre tanto, parada obligada para comer en alguno de los innumerables restaurantes donde poder comer bacalao hecho de forma casera.



Santuario del Bom Jesús
 
 En Guimaraes, pese a ser por la tarde, pudimos ver el Palacio Medieval de los Duques de Bragança y ya, rozando el alba, el Castillo.



Castillo de Guimaraes
 
Nuestra estancia de tres días llegó a su fin y partimos, en un viaje un poco más largo, hacia Bussaco, donde nos íbamos a alojar otros tres días.
 

Fue pasar Mealhada para dirigirnos a Luso cuando de repente todo el paisaje empezó a cambiar, y se transformó en una denso bosque de pinos.
 
A la salida de Luso, a la izquierda, te desvías para adentrarte en un recinto vallado, rodeado de vegetación. Tras unos minutos por una carretera algo estrecha, típica de montaña, se abre la vegetación y aparece, majestuoso, el Palace Do Bussaco, un hotel de cinco estrellas, en un palacio del siglo XVII y junto a un antiguo monasterio de Carmelitas, rodeado de esplédindos jardines perfectamente cuidados.



Palace do Bussaco

En las fotos  que vimos era impresionante, pero en directo os puedo asegurar que te deja con la boca abierta y sin palabras. Y lo mejor de todo es que íbamos a pasar tres días allí, en aquel lugar, cual historia de príncipes y princesas en su castillo o palacio, pero esta ver de verdad.

Tanto el trato del personal, las instalaciones, el entorno y en general, todo,  fue perfecto.   Fueron dos días oyendo conciertos de fados en el interior del palacio y paseando por sus inmensos jardines cuidados hasta el último detalle. Mención especial, como venía siendo habitual a lo largo del viaje, la calidad del restaurante del hotel acorde con las cinco estrellas del mismo; una delicatessen gastronómica.

Aunque merecía la pena disfrutarlo las 24 horas del día, es obligado hacer una pequeña excursión a Coimbra, para pasear por la famosa zona universitaria, ver el Convento de Santa Clara y el Monasterio de Santa Cruz, así como visitar el parque de miniaturas, donde podrás encontrar los monumentos y edificios más importantes del mundo a tamaño reducido, pudiendo entrar en cada uno de ellos y evidentemente jugar y sentirte como un niño.


Parque de Minitura

También es obligada la visita a las muchas villas con castillo, entre los que destacamos Pombal, castillo construido por los Templarios en el siglo XII.
 
El último día tocaba un largo viaje hacia la capital, no sin antes pasar por varios puntos de interés para cualquier amante de la historia de los Caballeros Templarios y del medievo.

El primero de ellos, el Castillo de Ourém, del siglo XII, pero no cabe duda que el más esperado de todo el viaje sería el Castillo Templario de Tomar también del siglo XII. Visitar cada uno de sus rincones, bajo la atenta lectura de folletos informativos, te hace entender mejor el potencial de estos caballeros, que sin lugar a dudas, siempre estarán, por un motivo u otro, en el ojo del huracán de todas las críticas de los historiadores. En mi opinión, grandes caballeros injustamente tratados como se pudo demostrar tras salir a la luz el "Pergamino de Chinon",  fechado en 1308 y en el que se concedía la absolución por el papa Clemente V al último Gran Maestre del Temple Jaques de Molay, así como otros grandes cargos. Para todos aquellos que no lo conocen, deciros que finalmente este documento no se oficializó por las presiones del Rey de Francia, Felipe IV, apoyado por la Santa Inquisición.




La última parada, ya entrada la tarde, tenía que ser Fátima, donde por la cantidad de gente que se concentraba en todo el recinto, se hizo complicado no solamente aparcar el coche, sino movernos por la zona.

Finalmente, cercano el ocaso del día, llegamos a nuestro hotel en Lisboa, un Hotel pequeñito pero con encanto, cuyas instalaciones compensaban la falta de servicios que ofrecían.
 

Los próximos cuatro días en Lisboa los íbamos a dedicar a recorrer a pie por la ciudad varias de las rutas que aparecen en la guía; el barrio alto, el Castillo de San Jorge, la Plaza del Comercio, la Rua Augusta peatonal, y todo ello aprovechando los distintos recorridos de los tranvías y elevadores para subir esas cuestas tan empinadas con las que nos encontraremos habitualmente a lo largo de la ciudad.

Tranvía de Lisboa
 
Con mucho ánimo y buena forma física, en tres días se puede pasear por todo el centro de la ciudad y ver los lugares más emblemáticos. El resto se puede dedicar a hacer excursiones a las ciudades periféricas. Así, se puede ir un día a Estoril, dar un paseo y terminar en Sintra, visitando el Palacio de la Pena y el Castillo de los Moros.
 
Siguiendo desde Sintra hacia la Costa, podemos ir a Playa de Macas y almorzar en alguna de las marisquerías que nos ofrece esta zona costera. La relación calidad precio será siempre buena. Desde allí, podemos rodear el Parque de Sintra Cascais, para llegar al Cabo de Roca, punto más occidental del continente europeo.
 
De allí, volvemos por Cascais para terminar nuevamente en Lisboa.
 
Otra de las excursiones, que nosotros hicimos camino del siguiente destino, fue cruzar el Tajo por el puente del 25 de Abril, ver el Santuario del Cristo Rey y a partir de aquí visitar Costa Caparica, con sus formidables calas (si hace bueno, recomiendo un bañito en el Océano Atlántico).
 
Sesimbra, Setubal y finalmente, al cabo de todo un día prácticamente en la carretera, llegaríamos a nuestro siguiente destino, Alcacer do Sal.


Recuerdo que llegamos por la tarde, y me encontraba francamente mal. Fui al médico y me confirmó que tenía amigdalitis, por lo que me pasé el resto de días en la Pousada de Alcacer do Sal tomando té de aroma de manzana, en su momento difícil de encontrar en España.


Pousada de Dom Alfonso II
 
La Pousada de Dom Alfonso II, ubicada en el Castillo de la ciudad, sencillamente fantástica, con restos fenicios y romanos entre otros. Las puestas de sol desde las distintas terrazas del recinto imprescindibles para no perdérselas.
 

Y de Castillo en Castillo y tiro porque me toca, así que emprendimos camino de Alvito, donde nos esperaba la última Pousada antes de entrar de nuevo en España y penúltimo alojamiento del viaje.


Pousada de Alvito


Seguramente porque llegábamos cansados después de tantos días de viaje, o porque tampoco había mucha gente al ser un día de diario, pero la grandiosidad del alojamiento, un precioso Castillo Palacio del siglo XV, contrastaba con la carencia de servicios y personal.
 
Desde allí, a parte de pasear por un pueblo totalmente vacío sin ningún atractivo turístico, la única salida que quedaba era hacer excursiones, y así hicimos. Fuimos a Évora, donde pudimos disfrutar de las ruinas de un Templo Romano, y la belleza de la Catedral con su museo de Arte Sacro.
 
El resto del tiempo, merecía la pena como habíamos hecho a lo largo de todo el viaje, disfrutar las instalaciones de la Pousada, sentarte en sus jardines a tomar un té o recorrer sus pasillos donde cada rincón de mostraba algún objeto o antigüedad digna de cualquier museo que se preste.
 
Finalmente, el último día y de camino de Mérida, hicimos la última parada en Portugal, en la ciudad de Elvas, donde te recibe un imponente acueducto romano.   

Por fin en España, y que mejor forma que visitando Mérida, sus ruinas y alojarnos en su Parador como colofón a un gran viaje.


Tras pasar 18 días de viaje en el país vecino, tratar con su gente, y visitar esa cantidad innumerable de monumentos, aun siendo conscientes que nos hemos dejado muchos lugares seguramente impresionantes, no puedo más que dedicar buenas palabras a su belleza, su historia, su gente, al trato recibido, a su amabilidad, y en definitiva a un país que sin lugar a dudas, tal vez por su cercanía nos ha unido a lo largo de la historia.

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